jueves, diciembre 02, 2004

Noche Estrellada

Conducías vos ¿te acordas?
Si. Esa misma noche, la noche estrellada.
Estrellada por estrellas, estrellada por tu auto.
Yo no recuerdo demasiado, solo la primer explosión.
La primera fue de estrellas, eso si está claro.
Que experiencia maravillosa!
Disfruté mucho ese instante. Solo ese.
Ibamos en tu descapotable, el anaranjado, que lindo auto.
Yo asomaba mi cabeza por la ventana, ya que el techo me impedía salir de tu descapotable.
¿Por que lo llamábamos así si tenia techo? Eso tampoco lo recuerdo, quizá los golpes.
Veía como se formaban en el cielo, esos círculos blancos enormes.
Al principio desconocíamos su procedencia, pero luego nos dimos cuenta que eran nidos. Nidos de estrellas por explotar.
Y luego: las explosiones, el ruido y miles de estrellas celestes tocando nuestras manos.
Mis manos. Ya que las tuyas... pobre, no quiero recordarlo.
Trataba de recolectarlas, pero no podía. Eran demasiadas.
Yo estaba sentado en el asiento trasero. El asiento del acompañante estaba vacio y sin embargo al lado mió había otra persona.
De esto me di cuenta mucho mas tarde, casi al mismo tiempo que observé tus manos.
La otra persona intentó recolectar estrellas. Fracasó también.
Su rostro. Tus manos. Imágenes.
Solo imágenes, dignas de no volver a ser visualizadas.
Cantabas esa triste y endemoniada canción. Aún no logro comprender que era lo que sentías al escucharla, al cantarla.
Y disfrutabas de ser el piloto de tu descapotable.
La velocidad era increíble, y las estrellas, cada vez mas, mas y mas.
Pero luego de tanta preciosura, escuché la segunda explosión. No vi nada, solo la escuché junto con tu grito desesperante de "no se asusten, es solo el motor".
El motor justamente.
Traté de dormir y no pude, ya que tus manos y su rostro me atemorizaban.
Y no podía concentrarme en las estrellas, solo en la próxima explosión.
Enfureciste y comenzaste a gritar, desesperadamente.
Perdiste el control del descapotable y de tu ser. Perdiste nuestro control.
Luego, las estrellas, pero esta vez no iluminaban nuestro camino ni querían rozar nuestras manos.
Provenían de mi cabeza, de tus manos y de su rostro.
Y eran muchas más que las anteriores.
La tercera explosión no la recuerdo. Aparentemente fue mucho mas fuerte.
Pero en este momento estábamos en H, tratando de seguir viviendo.
Tratando de divisar algo. De sentir. De ser.
Entonces logré acariciar tu cabeza, y darte esas pequeñas palabras de consuelo que tanto bien te han hecho.
Tu cabeza. Ya que la mía... pobre, no quiero recordarlo.

Emiliano González

Comments:
Excelente!!!!!
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En este suelo habitan las estrellas
En este cielo canta el agua de la imaginación
Más allá de las nubes que surgen
de estas aguas y estos suelos
nos sueñan los antepasados
Su espíritu -dicen- es la luna llena
El silencio su corazón que late.
 
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